miércoles, 10 de diciembre de 2014

EL GRAN IMPERIO PERSA PARTE 6, EL ADIÓS.

Todo tiene un principio, un vuelo y como no un final. El imperio persa no sería una excepción...
Tras la muerte del gran rey Artajerjes, el imperio persa se sumiría en una decadencia de la que ya no podría salir.

Las intrigas palaciegas acababan con los reyes, usurpadores llegaban al poder, matanzas envenenamientos, los palacios persas eran verdaderos campos de batalla, si uno era rey lo tenía difícil para sobrevivir en el trono.

Mientras, en Grecia, los griegos se están dando cada vez más cuenta de que el imperio persa es cada vez más débil. Pero los griegos no tienen tiempo para pensar en Persia, están demasiado inversos en una guerra entre ellos. Pero en el siglo IV a.C un hombre estaba unificando Grecia, este hombre es Filipo II.
Retrato de Filipo II.
Este hombre provenía de Macedonia, región del Norte de Grecia, que había estado bajo dominio persa durante mucho tiempo, pero tras lograr su independencia en la II Guerra Médica, era imparable. Desde siempre los griegos del Sur habían estado burlándose de los macedonios porque los consideraban inferiores en cuánto a cultura.

Pero llegado el siglo IV a.C un rey cambiaría todo esto. Reunió un gran ejercito al que entrenó con nuevas tácticas de guerra. Al acabar el entrenamiento de estos guerreros los llevó hacia el sur, a la gran Tebas. Tebas era por aquella época era la mayor metrópolis de Grecia. El ejercito macedonio aplastó a los tebanos, ya nada podía pararles...
Reino de Macedonia antes de las conquistas de Filipo II.
En el 336 a.C murió asesinado el gran Filipo, tras él le sucedería su hijo Alejandro. En este año el joven Alejandro tenía 20 años, pero a pesar de ser tan joven demostraría al mundo que a pesar de ser tan joven tenía un increíble potencial.

Todo comenzó con una misión de rescate. Hace unos años unos 10.000 soldados griegos se adentraron en el inmenso imperio persa, y fueron capturados y aprisionados por el entonces rey de Persia. Filipo II estuvo preparando el rescate, pero su repentina muerte, lo impidió.

Pero en verdad Alejandro quería conquistar el imperio persa. Partió con un ejercito de 40.000 hombres hacia Persia. Su primera batalla fue en el río Gránico, allí estuvo a punto de morir, pero su fiel amigo Clito lo salvó de aquel horrible destino.

Tras esta victoria las ciudades de Asia Menor se rindieron por miedo a Alejandro, Más tarde pasó el invierno en la ciudad de Gordión, allí se encontraba el antiguo carro real con un complicado nudo difícil de deshacer. El oráculo de la ciudad dispuso que aquel que desatara el nudo sería rey de toda Asia, ante esta situación Alejandro desenfundó su espada y simplemente lo cortó, más tarde hubo una tormenta eléctrica, aquello significó que Zeus estaba de su parte.
Alejandro cortando el nudo de Gordiano.
Tras esto Alejandro se volvió imparable, en Siria se concentraba el ejercito persa dirigido por el mismísimo rey Darío III, mientras tanto en el mar, la flota persa estaba rondando el Egeo, aquello supondría un peligro para Alejandro, pero la victoria en Isos, sobre Darío III, destruyó todas las esperanzas persas de invasión. Aquella noche Darío dejó sus armas y su manto púrpura (color real para los persas) en el campo de batalla y salió huyendo.

Darío lo tenía difícil con el ejercito de Alejandro conquistando su imperio, debía de hacer algo ya. Decidió hacer tratos con Alejandro, cediendo propiedades, pero nada de esto convencía al joven rey. Mientras el rey huía su familia fue capturada en el interior de una lujos tienda, allí la familia real se preparaba para lo peor. 

Pero no fue esto lo que les esperó Alejandro los trató como a amigos y se sorprendió ante la belleza de las mujeres persas, pero fue Estateira, ña bella hija de Darío quién lo encandiló.
Dibujo idealizado de Estateira, hija de Darío.
Sí Alejandro no aceptaba las condiciones de Darío debía prepararse para le guerra. Todo el grueso del ejercito persa se concentraba en la llanura de Gaugamela, esta sería la batalla final, la decisiva, aquí Alejandro debía encontrarse con su destino, la muerte, o la gloria.

El 1 de Octubre del 331 a.C  los dos ejércitos se vieron las caras. El ejército persa, con 250.000 soldados y el ejército macedonio con 47.000 soldados. Pero aquellos aterradores detos no intimidaron a Alejandro, él estaba dispuesto a vencer.

La batalla acabó con un rotundo éxito macedonio, sería considerada el mayor logro de Alejandro, tras esto el imperio persa oficialmente ya había caído. Todas las capitales persas ya estaban bajo dominio macedonio. Pero de todas ellas una ciudad causó tal asombro en Alejandro, que la convertiría en su capital: Babilonia.

Alejandro acostumbrado a las simples, aunque elegantes ciudades griegas, se asombró ante la majestuosidad, grandeza y poderío del Oriente. Al pasar por la puerta de Ishtar, se quedó asombrado, esta se alzaba elegante, majestuosa, brillante, azul. La ancha calle procesional, los increíbles palacios, los jardines colgantes y la torre de Babel. Nunca antes ningún griego había visto algo parecido.
Alejandro pasa por la puerta d Ishtar.

Alejandro en su entrada triunfal

Babilonia en aquella época

Alejandro contempla Babilonia.
Mientras Alejandro descansaba en Babilonia, Darío y el resto de su ejército huían a refugiarse a los territorios que aún le quedaban al ya derrotado rey. Después de su descanso en Babilonia, Alejandro decidió seguir con su conquista, pero juró que volvería a Babilonia y la convertiría en la capital de su gran imperio.

Después de conquistar Susa la gran capital y apoderarse de las riquezas de esta decidió fijar su punto de mira en una ciudad, Persépolis. En esta época la ciudad era más grande que nunca, sus palacios, más y más grandiosos, Alejandro decidió celebrar aquí una gran fiesta, que sería lamentablemente recordada por siempre.
Entrada de Persépolis en aquella época.
 Sí en Babilonia reinaba la grandiosidad y la exuberancia, en Persépolis reinaba la elegancia y la belleza, pero Alejandro, ebrio por el alcohol, no pudo darse cuenta y cometió un gran error. La noche transcurría y los habitantes de la ciudad (en su mayoría críados, eunucos y concubinas) intentaban satisfacer a los ebrios y brutos macedonios. Aquella gente los encontró toscos e incultos, pero las mujeres persas debían sacar sus mejores armas, si querían ganarse el favor de sus nuevos gobernantes. Las mujeres griegas eran mujeres bellas, pero no sabían nada del mundo, vivían encerradas es sus casas, pero las mujeres persas, con sus negras y rizadas cabelleras y miradas verde esmeralda, hipnotizaron a los griegos.

Los griegos borrachos, estaban contando sus batallas, pero surgió un tema delicado, la quema de Atenas por Jerjes en la II Guerra Médica. De pronto, el ebrio Alejandro propuso la descabellada idea de  quemar Persépolis, a modo de venganza. Aquello fue nefasto, la gran ciudad de los palacios ardía como Troya, (desde luego a los griegos se les daba bien quemar ciudades) aquello rompió los ya dolidos corazones persas.
Alejandro quemando los palacios de Persépolis.
Mientras la gran ciudad de los palacios perecía en llamas, el destronado rey Darío moría asesinado en Ecbatana. Alejandro sabía que Darío murió defendiendo sus intenciones y sabiendo de la nobleza de este, honró su muerte y persiguió a sus enemigos.

Ahora a Alejandro le esperaba una de sus batallas más difíciles, la Batalla de la Puerta Persa. La resistencia persa se negaba a que unos usurpadores les arrebataran su tierra, y lo demostrarían en esta batalla. La resistencia persa, dirigida por el sátrapa, (gobernador de una provincia) Ariobarzanes, y el ejército macedonio, dirigido por el mismo Alejandro. Se esperaba que esta resistencia fuera fácilmente vencida, pero los corazones persas ardían, querían sangre y venganza. Consiguieron mantener al ejército macedonio a raya por 30 diás, pero Alejandro descubrió una ruta para rodear a los persas, y vencerlos. 

Esta batalla sería conocida como las Termópilas persas. Tras esto el imperio persa se destruyó totalmente. Alejandro siguió conquistando mundo, hasta morir, como juró en Babilonia.

Persia, el imperio del fuego, el mayor imperio que el mundo hubiera visto, había caído, pero por mucho que Alejandro quisiera nunca pudo apagar la llama persa, dejó una chispa, una chispa que luego se convertiría en un fuego. Esta no sera la última vez que hablemos de los persas, pero eso ya es otra historia...





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